
La gente siempre te juzgará, no importa lo que hagas. Te juzgarán por tu físico. Por tus gustos, ya sean musicales, alimenticios, sobre libros... por tus gustos en general. Te juzgarán por la ropa que llevas. También te juzgarán por tu manera de hablar, pensar o caminar. O incluso llegarán a juzgarte por tu forma de mirar. ¿Sabéis? Estoy harta de esta sociedad, en la que lo más importante es la opinión de los demás. En la que tenemos que ser chicas delgadas, guapas y altas para caer bien a la gente, sin importar nuestra personalidad. ¿De qué nos vale buscar la perfección? La perfección no existe y, aunque existiese, nos criticarían por ser perfectos. La gente cree que las personas son robots que funcionan con un mando a distancia. Un mando que controla todo a la perfección, que se preocupa de absolutamente todos los detalles, sin dejar ningún margen a error. En esta vida puedes hacer 134156165 cosas buenas pero, en el momento que cometas un error, ¡plof! se acabó.
Estoy harta de esta sociedad, os lo juro. No tengo una belleza excepcional. Quizás no sea lo suficientemente alta. Ni lo suficientemente lista. Y no me gusta lo que le gusta a todo el mundo pero, ¿sabéis qué SÍ soy? Soy yo misma, con mi personalidad, mis virtudes y mis defectos. Recordad que si cambiáis para que los demás os quiera, acabaréis por no quereros a vosotros mismos.
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